Más frecuentemente de lo recomendado nos desentendemos de lo verdaderamente importante. Quizá sea parte de la naturaleza humana. Ayer, para mí, fue un reality check.
Hacía varios años no veía a mi tío Juanchi, quien ha vivido toda su vida en Coamo. Era un
hombre alto y fornido, vivaracho, gufeador, vellonero. Siempre supe que guardaba un cariño especial para mí, el hijo mayor de su hermano Julio Víctor, con quien a su vez tuvo una relación muy especial, muy de ellos. Eran panas y a pesar de ser entre ellos mismos tan diferentes, se amaban. Decirles que mi papá era más popular que Muñoz y mi tío más PNP que Ferré debe darles una idea de las garatas entre ambos por asuntillos políticos. Se cucaban mutuamente, se ponían como culo, y a los tres o cuatro minutos estaban como si nada.
El viernes recibí una llamada telefónica de mi madre informándome, casi con carácter de
orden, que el sábado debíamos ir a Coamo a ver a Juanchi, quien está postrado en cama, posiblemente viviendo sus últimos días y reclamando vernos: a Julito y a Cucho, mi hermano.
De aquel hombre grande y fornido no queda nada. A penas debe pesar 140 libras. No puede hablar mucho. Pero cuando nos escuchó se sobresaltó y vi en sus ojos un inmenso deseo de decirnos tantas cosas. Sentí que la ansiedad lo invadió, la frustración de no poder hablar. Me agarró la mano y con el chorrito de fuerza que le queda apretó la mía. Tuve que hacer pucheros y disimular. Se me rompió el alma.
Ayer mis viejos, los que se fueron y los que aún están, todos, estuvieron presente. Desde mi padre que murió hace 40 años, cuando yo era un mocoso en la elemental, a mis
abuelas y abuelos, tías y tíos… todos… los que me cuidaron, mimaron, consintieron, regañaron y castigaron cuando fue preciso.
Mis viejos, nuestros viejos… Ay vida, qué seríamos sin ellos. Hoy sí viene de perilla eso
de “Prohibido olvidar”.
Siempre con la palabra precisa, siempre dispuestos a escucharnos, listos para darnos los consejos que, por sus vidas bien vividas, tenían toda la autoridad para regalarnos. Recuerdo las tantas veces que se reían de mis preocupaciones para luego decirme “No te ocupes, no te vas a morir por eso”. Los viejos míos los tengo en un altar. Gracias Julio por lo dicho!
Tatita, un abrazo!
Me sacaste las lagrimas… Me identifico tanto con esto…
Cuando vamos al cine?
Aunque esto lo escribistes hace más de un año, muy bien pudiste haberlo escrito hoy! Hermoso… que bueno que le distes la oportunidad a tu Tío de verte y mirarte a los ojos! Bravo!
Gracias por leerme. Bienvenida.