¿Cómo es eso de que no soy padre? Pues que se sepa bien: tengo un hermoso, espectacular, querido, adorable, educado y bien portado hijo de 4 patas: Panchito David.
Hace seis años, un llamado Día de los Padres, lo celebraba. Seis años más tarde releeo lo que entonces expresé y me reafirmo, quizá con más convencimiento que antes.
Panchito David es la luz de mis ojos, mi alegría, mi amigo y mi compañero de vida. El que me escucha con toda atención cuando le hago los cuentos de mi vida, el que me recibe con una erupción volcánica de gozo y alegría cuando llego a la casa. Es mi reloj despertador, es quien diariamente me saca de la cama a las 5:00 a.m.
Es por quien me preocupo de que esté bien atendido, que coma, que tenga agua suficiente ya que le encanta beberla por litros, que duerma cómodo y arropado en su camita, que salga a caminar todas las mañanas y las noches, que esté debidamente en
trenado y educado, en fin, que esté feliz y saludable.
Es mi preocupación cuando se enferma, es la razón de mi ansiedad, tristeza y desconcierto cuando su salud se quebranta, o cuando no está en la casa. Es por quien me preocupo y planifico con quién quedará en caso de que me pase algo o yo falte.
Ok, ahora que alguien me diga si Panchito David no es mi hijo, o si yo no soy padre. Lo es. Lo soy. Y de los mejores.